inserta tu búsqueda

Destacado Noticias

Respuesta de Movilh a reportaje de Sabine Drysdale publicado en Radio Biobío

Compartir

En su reportaje la profesional realiza diversas afirmaciones, algunas falsas y otras descontextualizadas, para posicionarse contra las leyes y políticas públicas que protegen los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes trans. A continuación, la respuesta de Movilh:

El 29 de mayo pasado la periodista Sabine Drysdale publicó en Radio Biobío un reportaje denominado “Pubertad interrumpida: niños trans inician tratamiento hormonal en medio de controversias”.

La redacción del reportaje carece de una continuidad que permita una fácil lectura. Intercala; sin orden, ni conectores claros o explicativos; los testimonios de personas y las opiniones de especialistas con la mención de estudios y de las políticas o leyes sobre la identidad de género, sin diferenciar las posturas científicas de las religiosas, como las del Vaticano.

La casi totalidad de las afirmaciones adversas a las políticas o procesos de transición en Chile se sustentan en estudios externos, pero en la mayoría de los casos carecen de citas textuales, desconociéndose o no informándose cuando se trata de una interpretación de la periodista o de algo efectivamente señalado por las investigaciones.

En ningún caso el reportaje entrevista o considera la voz u opinión de padres o madres que han acompañado la identidad de género de sus hijos/as y cuyo proceso resultó exitoso. Es más, ni siquiera menciona experiencias exitosas. El sesgo es evidente.

Solo expone los puntos de vistas de adultos opositores a los procesos de transición y contrarios a las leyes y públicas públicas que promueven el pleno respeto a la identidad de género por considerarlas un peligro o un problema para ello/as mismos/as. Los/as niños/as no tienen voz.

Si bien la periodista en ningún caso da los nombres reales de los/as niños/as involucrados “para proteger su identidad”, tampoco identifica a las madres o padres que rechazan la transición, limitándose a dar sus nombres (¿reales?) de pila.

En uno de los testimonios una madre se expresa con “furia” porque, en virtud de la Circular 812 del Mineduc, el colegio de su hijo le permitió expresarse de acuerdo su identidad de género y usar el baño de hombres.

“Les hice ver mi molestia, mi enojo, mi furia, porque ellos como adultos cómo permiten que una niña se meta al baño de hombres, menos cuando es una adolescente de alto riesgo. Que le pueda pasar algo dentro del baño no es una fantasía mía (…) Ya hice la denuncia en la Superintendencia de Educación. El colegio dejó de ser un espacio seguro”, señaló la madre del adolescente, identificado por la periodista con un nombre femenino.

Pero la opinión de este niño no la conocemos, ni menos sabemos lo feliz y aliviado que pudo sentirse al usar un baño de hombres. Y lo triste que estará al leer como una periodista se refiere a él con el nombre asignado al nacer.

En ese y en otros testimonios la periodista no respeta la identidad de género de los niños o niñas. Solo señala la identidad que sus padres o madres defienden contra la voluntad de sus hijos/as. Nuestro abrazo para aquellos niños, niñas o adolescentes (NNA), pues seguro supieron que el nombre sin apellido del reportaje era su propio padre o madre que ahora masificaba su rechazo al negar su identidad a través de un medio de comunicación.

Este enfoque; donde claramente la periodista no es neutral y toma partido por adultos que niegan la identidad de género de sus hijos/as; va acompañado de cuestionamientos al trabajo de entidades especializadas en procesos de transición, sin testimonios de alguna familia que avale al menos un acompañamiento exitoso.

Entre otros se cuestiona la labor del Centro de Estudios en Psicología Clínica y Psicoterapia (CEPPS) de la Universidad Diego Portales; de la Red UC Christus, o del  Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral del Adolescente (Cemera) de la Universidad Chile.

Tales entidades son abordadas con frases que lejos de ser preguntas, son afirmaciones de prejuicios que conciben en todo momento a la transición como un proceso irreversiblemente dañino  y presentan a la identidad de género siempre como una elección que los NNA no están en condiciones de tomar.

El reportaje omite sin pudor que la identidad de género, al igual que las orientaciones sexuales, no se deciden. Se expresan naturalmente en las personas, desde la niñez,  siendo un deber ético respetar y acompañar tal proceso las veces que sea necesario, en vez de boicotearlo porque los padres o madres se oponen.

Antojadizamente la periodista olvida que todas las personas saben desde pequeñas si se identifican como hombres, mujeres o no binarias, al margen del deseo o intereses de sus padres o madres e independiente de si conocen o no los conceptos “identidad de género” o “trans”. (¿A qué edad supo usted Sabine que era mujer y no hombre? ¿Alguien la cuestionó por ello?)

Algunas de las «consultas» de la periodista a sus entrevistados sobre la transición son reveladoras de su total falta de objetividad o neutralidad y de sus ofensivos prejuicios, como se aprecia a continuación:

“¿A los quince años no puede manejar, comprarse un cigarro, una cerveza ni casarse, pero puede decidir cortarse los pechos?

 -¿A los quince años tiene la madurez, cuando el cerebro termina de madurar a los 25?

 -¿Por qué una niña que ha sido maltratada por un hombre quiere ser hombre?

 -¿Qué criterio puede tener un niño de nueve años para saber si quizás es hombre o quizás no, en una etapa tan inocente de la vida y llena de preguntas?

 -¿Un niño de esa edad tiene las cosas tan claras como para consentir y someterse a un tratamiento médico potencialmente irreversible?

 -Muchos de los niños que presentan incongruencia de género están dentro del espectro autista. ¿No es eso una contraindicación para el tratamiento?

 -¿Y en los casos de autismo severo, con accesos de violencia y otras conductas complejas, ¿no hay contraindicación?

-¿No tienen reparos éticos en convertir un niño sano en un niño enfermo?

 -¿Sin estudios a largo plazo, no están ustedes experimentando en niños en tiempo real?”

Tampoco la periodista aclara si los NNA que eventualmente tuvieron un mala o errónea atención médica para la transición eran efectivamente personas trans o si la mala asesoría se debió a la falta de conocimiento o capacitación de algún profesional de salud en específico; como ocurre cotidianamente en múltiples áreas. Por el contrario, opta por lanzarse derechamente contra las política públicas o leyes vigentes con afirmaciones falsas o interesadamente fuera de contexto.

Todo se basa en su propia interpretación, que coincide con las de sectores transfóbicos, del modelo afirmativo del Gobierno chileno, toda vez que erróneamente lo iguala a la idea “afirmar o imponer el hecho de ser trans”.

Según la periodista la «Circular número 5 sobre sobre la atención de salud de infancia y adolescencia trans y género no conforme” del Ministerio de Salud, dice que a los niños “se le atenderá́ afirmando su identidad”, pero oculta lo que sigue a esa frase: “en consonancia con su autonomía progresiva y consideración de los procesos individuales y a la expresión de identidad deseada”.

Luego el reportaje advierte, sin cita textual, que la circular 812  del Mineduc “obliga a los colegios a respetar el nombre social de los mayores de 14 años que soliciten cambio de identidad, incluso sin el apoyo de sus padres, y a adoptar medidas como uso de baños, camarines y uniforme del género con que se identifican”. Omite aquí que la circular señala expresamente que “toda medida deberá ser adoptada con el consentimiento previo del niña, niño o estudiante, por su padre, madre o tutor legal o apoderado, velando siempre por el resguardo se su integridad física, psicológica o moral”.

La periodista añade que las “Recomendaciones para la implementación de los programas de acompañamiento para niños, niñas y adolescentes trans y género no conforme”, califican como “resistentes” a los padres opositores a la transición de sus hijos  y que “los funcionarios de la salud tienen dos opciones: intentar sensibilizarlos o denunciarlos a la justicia”.

Una falsedad extrema, pues el programa no habla de resistentes, solo de resistencia, y en otro contexto: “Es importante que durante la evaluación se logren identificar recursos personales y familiares, que permitan mantener la adherencia al Programa y establecer las acciones de apoyo al o a la adolescente sin resistencia por parte de la familia”, dicen las Recomendaciones, las cuales son de la Subsecretaría de Salud Pública y no del Ministerio Social, como mal lo señala la periodista.

Tampoco en ninguna parte el Programa indica que los funcionarios de salud solo tienen dos opciones: sensibilizar o denunciar a los padres que se opongan al proceso de transición.

El reportaje sigue con su distorsión de la realidad al señalar que Ley 21.120 de Identidad de género, solo permite a los/as NNA de 14 a 17 años  acceder a los programas de acompañamiento.  Y además “sin que la ley ni su reglamento lo mencionara” el “actual gobierno de Gabriel Boric redujo la edad para recibir esta asesoría a los tres años y agregaron la obligación de usar el enfoque afirmativo”, se queja Drysdale.

Otra falsedad porque la ley  solo regula entre los 14 y 17 años el cambio de nombre y sexo legal, es decir la rectificación de partida de nacimiento. Mientras el Programa de Acompañamiento, que es algo distinto (artículo 23 de ley) no establece límites de edad. Es más, si se lee la historia de la ley, lo que motivó al legislador a generar el Programa de Acompañamiento fue justamente la ausencia de apoyos u orientaciones para los menores de 14 años, cuyo cambio de sexo registral no reguló la norma.

Y doblemente falso porque el Programa de Acompañamiento no se redacta con Boric, sino que bajo la administración del presidente Sebastián Piñera. El actual gobierno solo le añadió un nombre de fantasía “Crece con Orgullo”.

Muy a diferencia del llamado a la información certera, a la discusión sana que efectúa el Informe Cass, el reportaje además enfrenta posturas sin sustento científico con los reclamos y críticas del movimiento LGBTIQ+, pretendiendo presentar como favorable a su cuestionamiento el hecho de que los defensores de derechos humanos denunciemos o acusemos transfobia cuando existe.

Señala así la periodista que la presidenta de la Sociedad de Endocrinología, Francisca Ugarte, “podría” haberse negado a participar de su reportaje a raíz de sus declaraciones del 2016 cuando “fue acusada de transfobia por el activismo y el Movilh la trató de “fraude””.

Otra falsedad, pues jamás nos referimos ni a Ugarte, ni a la diferencias con ella como fraude.

Más preocupante aún, en el reportaje la periodista da como cierto que “el 80% a 95% de los niños que presentan disforia lo superan durante la pubertad y es apenas una minoría la que persiste”.

Tales datos, que según la periodista entregó Ugarte, nuevamente son interesados, pues no dice de donde provienen.

La fuente original de la Sociedad de Endocrinología fue la American College of Pediatricians (ACPeds), la cual ha sido ampliamente cuestionada por el mundo científico debido a su total falta de rigurosidad. En efecto, la ACPeds apenas se compone de unos 200 miembros y fue fundada en 2012 por un grupo de pediátras que se distanciaron de la Academia Americana de Pediatría (con más de 60 mil integrantes), sólo porque esta se había pronunciado contra la discriminación a las personas LGBTIQ+ y a favor de las familias homoparentales.

Situaciones similares ocurren con otras investigaciones o estudios mencionados en el reportaje: omite datos, los descontextualiza, no aporta citas textuales,  falsea antecedentes o simplemente oculta la ideología o intereses de aquellas fuentes que son útiles a su enfoque.

El Informe Cass la periodista lo descontextualiza con especial interés.

En primer lugar, el reportaje no contiene ninguna cita textual del Informe Cass. Tampoco diferencia lo que el Informe Cass solo cita de lo que comparte, concluye o afirma en virtud de otros estudios que tuvo a la vista.

Especialmente el reportaje omite afirmaciones contundentes del Informe Cass que son contrarios al enfoque de Drysdale.

El Informe Cass en ningún caso busca cesar con los procesos de transición psicológicos, endocrinológicos o de cirugías.  Tampoco señala que un tratamiento es mejor que otro, pues todo debe analizarse y verse a caso a caso y en los tiempos más idóneos para cada persona, pudiendo ser la transición temprana o no.

Cass invita a ampliar y mejorar la evidencia disponible para entregar la mejor atención a niños, niñas y adolescentes. Sin poner en disputa o antípoda a quienes transicionan de quienes destransicionan. Ni menos usa a quienes destransicionan como una evidencia de que la transición es errónea o peligrosa. La idea es garantizar orientación y acompañamiento a todas las personas.

“Las generalizaciones sobre los niños y jóvenes que cuestionan su identidad de género o experimentan disforia de género son poco útiles. Las personas son individuos. El sentido de identidad de los jóvenes no siempre es fijo y puede evolucionar con el tiempo. No debe haber una jerarquía de identidad de género o de cómo se expresa, ya sea social o médicamente. Nadie debería sentir la necesidad de invalidar su propia experiencia por temor a que refleje negativamente sobre otras identidades y elecciones”, dice Cass.

“Para algunos, el mejor resultado será la transición, mientras que otros pueden resolver su angustia de otras maneras. Algunos pueden hacer la transición y luego deshacerla/rehacerla y/o experimentar arrepentimiento”. Se “necesita cuidar a todos aquellos que buscan apoyo”, añade.

Desde el inicio Cass explica que “esta Revisión no trata de definir lo que significa ser trans, ni de socavar la validez de las identidades trans, desafiar el derecho de las personas a expresarse, ni de retroceder en los derechos de las personas a recibir atención médica. Se trata de cuál debería ser el enfoque de atención médica y cómo ayudar mejor al creciente número de niños y jóvenes que buscan apoyo (…) en relación con su identidad de género”.

Y a ello debemos contribuir todas las personas con información desprejuiciadas, sin sesgos o intereses ideológicos o religiosos y atendiendo a las particularidades y contextos donde nos ubicamos.

El Informe Cass puede ser útil en muchas partes del mundo, pero sus recomendaciones están pensadas para el servicio de Salud del Reino Unido. Desde este lugar del mundo, contribuyamos en todos los frentes a que el sistema de salud chileno mejore y perfeccione las atenciones que brinda en temas de identidad de género, por el bien de todos los niños, niñas y adolescentes.

Cerramos con un mensaje para Sabine Drysdale: “La polarización y la sofocación del debate no ayudan a los jóvenes atrapados en medio de un torbellino de discurso social, y a largo plazo también obstaculizarán la investigación que es esencial para encontrar la mejor manera de apoyarlos para que prosperen” (Cass).